Tema IX- El Romanticismo y su conciencia de movimiento literario. Goethe


9.- El Romanticismo y su conciencia de movimiento literario. Precursores: Goethe.

 

El Prerromanticismo

El Romanticismo literario

Goethe

La época de Goethe

Los sufrimientos del joven Werther

Werther,síndrome del orden social y de la juventud de una época

         Werther era un burgués

            La protección a los niños

            Los fracasos de su vida

                        Fracaso social

                        Fracaso profesional

                        Fracaso amoroso

            Rasgos de la personalidad de Werther

                        Hiperestesia

                        Apatía

                        Sociabilidad e introversión

                        Amigo de la naturaleza y de los libros

                        Idealismo

                        Ideas de suicidio, frialdad y angustia ante la muerte                               

El PRERROMANTICISMO

 

Como indica el vocablo mismo, el concepto de pre‑romanticismo abarca las tendencias estéticas y las manifestaciones de sensibilidad que, en el siglo XVIII, sobre todo a partir de su segunda mitad, se apartan de los cánones clásicos, anunciando ya el romanticismo.

El pre‑romanticismo no tiene verdaderamente la homogeneidad de una escuela literaria, ni presenta un cuerpo sistemático de doctrinas. Esto no quiere decir, sin embargo, que nos hallemos ante una designación carente de contenido; es innegable que desde mediadas del siglo XVIII se manifiestan, en las principales literaturas europeas, nuevos conceptos estéticos, una temática nueva y una nueva sensibi­lidad, que, a pesar de sus divergencias, presentan entre sí afinidades y paralelismos evidentes.

Una característica fundamental de la literatura pre‑romántica es la valorización del sentimiento. El corazón triunfa del racionalismo ilustrado  y se transforma  en la fuente por excelencia de los valores humanos. La sensibilidad aparece como el más legítimo título de nobleza de las almas, la bondad y la virtud son conside­radas como atributos naturales de las almas sensibles. La literatura comienza a divulgar los secretos de la interioridad humana, disecando gustosa y, sin pudor los más íntimos repliegues del alma y del cuerpo. Primera generación europea  de  egotistas, los pre-­románticos crean una literatura confesionalista que alcanza a veces una audacia aún hoy sorprendentes y provoca violentas reacciones afectivas en gran número de lectores de la época(así el Werther de Goethe, que originó en la juventud  europea una ronda de suicidios).

La sensibilidad pre-romántica presenta con frecuencia un carácter tierno y tranquilo , como la suave emoción que se experimenta ante un hermoso paisaje o como las melancólicas y suaves lágrimas que un recuerdo suscita. Otras veces, sin embargo, esta dulce melancolía cede el puesto a la desesperación y a la angustia, a la tristeza irremediable y a la agitación sombría, complaciéndose entonces el poeta en las visiones lúgubres, en los paisajes nocturnos, agrestes y solitarios, en las negras tintas del “locus horrendus”.

Los dolorosos presagios, los sueños aciagos, la muerte, constituyen otros aspectos de esta atormentada temática del pre‑romanticismo. La meditación sobre la noche, los sepulcros y la muerte se inserta en la temática pesimista antes indicada, y traduce la nostalgia del  infinito y la profunda in­satisfacción espiritual que ya angustian a los pre‑románticos y han de revelarse más exacerbadamente en los románticos.

El sentimiento de la naturaleza y del paisaje constituye otro rasgo importante de la literatura pre-romántica . No  se trata sólo de mayor capacidad descriptiva del mundo exterior; se trata, sobre todo, de una nueva visión del paisaje: entre la naturaleza y el yo se establecen relaciones afectivas; los lagos, los árboles, las montañas, etc., se asocian íntimamente a los estados del alma, y el escritor extiende sobre todas las cosas el velo de sus emociones y de sus sueñas. A la literatura pre‑romántica se debe la revelación de la belleza melancólica del otoño; no del otoño risueño y fecundo, estación de los frutos y de las cosechas, que el arte clásico había descrito y pintado, sino del otoño elegíaco y solitario, tiempo de las hojas caídas, del sol pálido y de los crepúsculos heridos. Se debe también al pre‑romanticismo el descu­brimiento del paisaje de montaña, abrupto y salvaje, a lo cual contribuyeron mucho las descripciones de paisajes alpinos de Rousseau en la Nueva Eloísa.

 

 

El romanticismo en Europa

 

         Se entiende por Romanticismo un movimiento no sólo literario, sino también ideológico, que se produjo en las culturas europeas durante la última parte del siglo XVIII y la primera mitad del XIX y que iba a postular la rebelión del individuo frente a las normas y la exaltación del “yo”. La economía está marcada por la Revolución Industrial, que, al consolidar el capitalismo, explicaría las tensiones sociales de la época; en lo social, la vieja sociedad estamental es sustituida por una sociedad de clases (a mayor poder económico, mayor poder político). Interesa destacar el desarrollo de los nacionalismos, de ahí la independencia de Grecia (1822), Bélgica (1830) y en la segunda mitad del siglo, las unificaciones de Alemania e Italia.

         Inglaterra y Alemania comparten el hecho de ser precursores de este movimiento en Europa. Existió en el país germano un fenómeno literario: “Sturm und Drang” (Tormenta e Impulso) que anticipa la llegada del Romanticismo. También la filosofía idealista se encuentra en la base de esta corriente, valores como la dignidad, la creatividad y la libertad contribuyeron a afianzar la doctrina romántica. Entre los filósofos destacan Fichte, Schelling y Hegel.

         En Alemania, tenemos las figuras de Novalis y los hermanos Schlegel, que junto a otros escritores formaron en Berlín un grupo bajo la protección de Goethe. Años más tarde, alrededor de 1805, surge en Berlín y Heidelberg otro grupo, cuyos representantes más destacados serían los hermanos Grimm y Hoffmann.

         La época romántica en Inglaterra puede centrarse en el periodo entre 1798 -primera edición de las Baladas líricas de Wordsworth y Coleridge- y 1832 -muerte de Walter Scott. Podríamos clasificar a los románticos ingleses en tres grupos: el primero conocido como el grupo de los lagos, la naturaleza será el tema básico de su poesía. Los primeros autores citados en este párrafo serían sus principales representantes; el segundo, los satánicos, Byron y Shelley, podemos decir que fue Byron quien encarnó la estampa del poeta en rebeldía ante la sociedad, cultivador del escándalo, desterrado desde 1816 y combatiente por la libertad de los griegos contra los turcos, guerra en la que murió; el tercer grupo estaría formado por los escritores que no encuentran acomodo en los dos anteriores: Keats, el más puro y efímero de los líricos y Walter Scott, que empezó como poeta y alcanzó el éxito con la novela histórica, Ivanhoe.

 

Características de la literatura romántica

 

         IDEOLÓGICAS

 

         Subjetivismo y egocentrismo

 

         El romanticismo rompió las reglas que servían de base al neoclasicismo y exageró el valor de lo individual y subjetivo. De ahí que la lírica fuera el género más característico del momento. El subjetivismo y lo sentimental adquieren categoría de dogma. No interesa la armonía, ni la belleza serena, sino excitar violentamente la sensibilidad del lector.

 

         La libertad

 

         Se exalta la libertad como una prolongación del individualismo. El héroe romántico salta por encima de las normas de comportamiento y el artista rechaza la tiranía de las reglas. El héroe del romanticismo es un ser que se enfrenta a Dios y le interroga acerca del misterio de la vida.

 

 

 

 

 

         Insatisfacción

 

         Es el arte y el pensamiento románticos quienes inauguran la crisis del sujeto en el mundo. Es la consecuencia inevitable de la inadecuación entre el deseo y la realidad.

 

         La naturaleza

 

         Cambia totalmente la visión serena y dulce del paisaje y se da paso a la devoción por una forma agreste, dura y sin pulimento de la naturaleza. Se exaltan las ruinas, la nocturnidad, lo tormentoso y lo sepulcral.

 

         Reflexiones filosóficas y políticas

 

         Proliferan las preocupaciones filosóficas y políticas: la muerte, el sentido de la vida, el bienestar de la humanidad, los derechos de los pueblos, el porvenir de la patria, etc.

 

         Evasión

         Los románticos, en su afán evasivo de lo cotidiano y lo vulgar, dan gran importancia al elemento maravilloso y a la evasión a otros países y épocas. España fue centro de estudio de los eruditos de otros países, ya que se daba la pervivencia del Romanticismo de origen medieval representado por el Romancero y el teatro calderoniano.

 

         FORMALES

 

         Ausencia de reglas

 

         Aunque rechazaron los modelos, vuelven sus ojos a autores despreciados en la etapa anterior: los barrocos Lope y Calderón, Shakespeare, los cantares de gesta, los romances, etc.

 

 

 

 

         Renovación métrica

 

         Acudieron a nuevos ritmos acentuales e inventaron nuevas combinaciones de versos, con predilección por los poemas polirrítmicos. La métrica románticas es un claro antecedente de la modernista, mostrando preferencia por los metros largos.

 

         Renovación léxica

 

         El Romanticismo abre las puertas a un caudal léxico: neologismos, arcaísmos, cultismos, extranjerismos. Existe predilección por los campos semánticos del sentimiento, el dolor: arrebato, delirio, ilusión, sombra. También es característico el exceso de adjetivación: tétrico, lánguido, sombrío, horrendo, pavoroso.

 

         Exaltación retórica

 

          Hay sobreabundancia de exclamaciones, frases, entrecortadas, hipérboles y, en general, un tono de exaltación retórica.

 

         Lenguaje figurado

 

         La visión del mundo romántica trató de suplantar la facultad neoclásica de la razón por la imaginación. Dispusieron para ello de una extraordinaria abundancia de imágenes, metáforas y comparaciones referentes tanto a las tormentas de la naturaleza como a las del espíritu. 

 

 

Goethe:

 

 

LA ÉPOCA DE GOETHE

 

En la época goethiana se respiraba un ambiente que tuvo su punto álgido en el período del Romanticismo- del que Goethe puede considerarse uno de sus más destacados  precursores ‑ambiente que se ha calificado de tedium vitae, de "dolor universal", de "mal romántico'', y que a fines del siglo pasado constituyó el mal de " fin de siglo".No  fue realmente este estado de ánimo específico de las generaciones que vivieron en los siglos XVIII y XIX, sino que a lo largo de la historia del mundo surgió repetidas veces con caracteres graves, y aun hoy ‑ en el siglo XXI ‑ la vida agitada, llena de sorpresas, de amenazas constantes, nos hace sentir también a los que hoy vivimos, ese tedium vitae, ese' "dolor universal" o Weltschmerz.

Indudablemente aquella época goethiana está llena del tedium vitae. El mismo Goethe nos habla en Poesía y verdad de repugnancia de la vida, de empacho, de hastío... especialmente en los jóvenes. Y comenta en el libro XIII: "Pero estas sombrías lucubraciones, que, a quien a ellas se abandona, pueden conducir a lo infinito, no habrían podido desarrollarse tan decididamente en los ánimos de los jóvenes tudescos, de no haber venido a estimular y fomentar tan triste achaque una circunstancia exterior. Ocurrió esto debido a la literatura inglesa, sobre todo a la poética, a cuyos grandes méritos acompaña una grave melancolía, de que se contagia todo aquel que de ella se ocupa."

En efecto, los influjos británicos fueron grandes en ese estado de ánimo colectivo. Las Noches lúgubres de Young, los poemas de Ossian, y, sobre todo, los versos shakespearianos del Hamlet, que como dice el propio Goethe: "No había quien no se supiera de coro las escenas principales y no estuviera siempre pronto a recitarlos, y cada cual creíase en la obligación de ser tan melancólico como el príncipe de Dinamarca, aunque no se le apareciera ningún espíritu ni tuviera que vengar a nigún padre y rey."

Ese "dolor universal", ese tedium vitae, expresión de unos pueblos decrépitos y gastados, conducen al hombre a despreciar el mundo y mirar al infinito. Los hombres se sienten con falta de fe en sí mismos, se muestran vacilantes, hastiados y fatigados de la vida, de una vida sin rumbo y objetivo, aburridos..., y con ese dolor, con ésa amargura del vivir se encuentran paradójicamente dichosos. Werther es una expresión de esta psicología de su tiempo, de este "mal romántico". Goza con sus sufrimientos, manifestación de un masoquismo espiritual, a lo que le llevan sus anhelos de poder, riqueza y de amor que no es capaz de lograr.

A través de la historia del mundo se agudizó este sentimiento colectivo de pesimismo en multitud de épocas. Pero si alcanzó alguna vez caracteres de alarma fue en los tiempos roussonianos, que fueron aquellos que vivió Goethe. Las raíces de lo  que luego se llamó "mal romántico" quizá no estuvieron, como pretende Musset, en la Revolución Francesa ni en las guerras napoleónicas, sino que las semillas de estos episodios, y por ende de este estado psicológico colectivo, estuvieron en el enciclopedismo, en esa agitación espiritual de la sociedad del siglo XVIII, y en un sentimiento de negación de los filósofos de entonces, que crearon, con su escéptica revisión de los conceptos morales, políticos y sociales de aquel tiempo, una atmósfera de descontento y de tristeza a cuya cabeza figuró Rousseau.

 

El dolor universal ‑el WeItschmerz- que Werther siente tan en lo vivo y tan a lo vivo, es lo que confiere ese valor universal, representativo, simbólico, a su caso particular, y hace de su mal un mal romántico: el que aqueja a toda su generación.  General, o cuando menos muy corriente, era ese estado de universal acedía en los tiempos juveniles de Goethe, en que éste escribió su famosa novela.

El placer de sufrir, el orgullo de sufrir, como un signo de superioridad espiritual, como un airón de aristocracia, que distingue del vulgo, de la mayoría incomprensiva e insensible, a los capaces de sentirlo y asistir con una cara triste y desdeñosa al festín grosero de la vida, a esa grupo inconsciente de los alegres y satisfechos. Ser capaz de sentir esa pena exquisita y de

gozarse en ella, convirtiéndola en una amarga y orgullosa alegría de decantar en mieles ese acíbar; mejor dicho, mezclar ambas cosas en la misma copa y apurarla con delectación, es una característica de esas almas exquisitas del siglo XVIII. Sufrir por sufrir, valoración estética del dolor.

 

 

LOS SUFRIMIENTOS  DEL JOVEN WERTHER

(DIE LEIDEN DES JUNGEN WERTHER) (1774‑1778)

 

Argumento

 

La casi totalidad de las cartas están dirigidas a un íntimo amigo suyo llamado Guillermo, que, según se deduce de las propias epístolas wertherianas, le anima y le aconseja constantemente.

En la carta del 16 de junio a su amigo, le relata el conocimiento de una hermosa muchacha, Carlota, de quien se enamora arrebatadoramente, pese a saber que Lotte ‑ como él la llama‑está prometida a un joven llamado Alberto, que por aquel entonces se halla de viaje. Como quiera que es bien atendido en casa del intendente, las visitas se hacen diarias. Lotte es para Werther la mujer más sublime que puede haber existido. En su carta del 30 de julio señala la llegada de Alberto, y al enfrentarse Werther con la realidad de su situación decide marcharse, pero dada la actitud amistosa de aquél, poco celoso, que se ve satisfecho de las atenciones que Werther prodiga a Lotte y de la simpatía que ésta siente hacia el amigo, Werther revoca su decisión y se queda. Y es desde entonces cuando se nota una acentuación de las características psicológicas de nuestro personaje. Se muestra misántropo, tedioso, pesimista y huraño. El conocimiento de su situación le hace llorar y comienza a fraguar la idea del suicidio. Decide marcharse, y así lo hace el 11 de septiembre, con el alma deshecha. Aquí finaliza la primera parte de la obra.

La segunda parte se inicia el 20 de octubre del mismo año. Werther está de agregado a una Embajada y se encuentra más tranquilo. Pero los roces diarios de su cargo le muestran hipersensible a todo. Se queja del embajador, al que califica de "un tanto quisquilloso y maniático como una vieja", ya que éste critica constantemente la labor de Werther. Asimismo, la postura de sus compañeros de trabajo y el ambiente que le rodea choca con el concepto anormal que de sí mismo tiene. El 20 de febrero de 1772 escribe a Lotte y a Alberto felicitándoles por su boda, pero su carta deja ver cuál es su estado anímico ante aquel suceso, aunque sólo pretende ocupar el segundo lugar en el corazón de Lotte. En el mes de marzo, el amor propio de Werther recibe un duro golpe. El conde de C. le invita a comer. Werther prolonga su estancia en casa del conde, sabiendo que por la tarde se celebra allí una recepción de la aristocracia. Durante ella charla con una damisela, la señorita B., por la que Werther siente simpatía; pero los invitados se muestran extrañados de la presencia de Werther y cuchichean entre sí. El conde, al darse cuenta de lo que ocurre, le pide cortésmente que abandone la casa, explicándole la situación. Así lo hace Werther, despechado, según deja ver en su carta a Guillermo del día 15 de marzo. Al día siguiente, la señorita B. se excusa ‑ ante Werther y le relata una reprimenda que le dio su tía por haber charlado con él durante la recepción, toda vez que no es de su rango. Werther se indigna y su hipersensibilidad sube de tono ante el duro golpe sufrido en su orgullo; presenta la dimisión de su cargo y proyecta irse a la guerra, pero un amigo le convence y abandona este último plan. Después de pasar unos días con el príncipe, vuelve, a fines de junio, al lado de Carlota. Tanto ésta como Alberto le reciben cariñosamente. Los celos le corroen y la Naturaleza‑su gran amiga‑ pierde expresión para él. Abandona su lectura preferida, Homero, por los poemas de Ossian... ¿Qué pasa, mientras tanto, en el corazón de Lotte? Werther ve en ella una gran simpatía y una emoción grande hacia él, cosa que Lotte trata de ocultar y de ocultárselo a sí misma, pues es una buena y fiel esposa, y Alberto, aunque con peor carácter que antes, es también un marido excelente. Esta penetración psicológica de Werther hace que ya no pueda abandonar a Lotte. Pero la imposibilidad de su amor, los fracasos sufridos, su apatía actual, le hacen refugiarse en sí mismo aumentando su misantropía y. prendiendo en él‑cada vez con más fuerza‑, las ideas de suicidio. Sin embargo, hay momentos de lucha, y espera en la misericordia de Dios. Transcurre de este modo el mes de noviembre, y la llegada del invierno contribuye a aumentar su tedio y su pesimismo ante la vida. Está decidido a suicidarse. Quiere ver antes a Lotte para despedirse, pese a haberle prometido no volver a verla hasta el día de Nochebuena, promesa que ella le obligó a hacer ante la actitud de Alberto, ya un poco molesto por las frecuentísimas visitas de Werther a Lotte y temeroso de un mal parecer ante sus convecinos. Se ven y lee a Lotte el poema de Ossian titulado Lamento fúnebre de Colma y Alpino. Al llegar al punto culminante del poema, Werther cae a los pies de Lotte, sollozando, estrechándole las manos y llevándoselas a sus propios ojos y a su frente. Ella presiente lo que va a suceder, y se inclina hacia él. Werther la abraza y la besa de un modo convulso. Lotte, con un estado de ánimo ambivalente, de cólera y de amor a la vez, sale. En su casa, Werther lo prepara todo para su suicidio, y una vez a punto, manda a su criado a casa de Alberto con una esquela en la que le pide sus pistolas para un viaje. Lotte se las entrega al criado por orden de Alberto. Una vez en poder de Werther, y después de escribir por última vez a Lotte sentado en la mesa de de escritorio, ante un ejemplar abierto de Emilia Golotti, se dispara un pistoletazo en la frente al sonar las doce de la noche del 21 de diciembre de 1772.

 

 

 

WERTHER, SÍNDROME DEL ORDEN SOCIAL Y DE LA JUVENTUD DE UNA ÉPOCA

 

Porque el W. causó sensación, sin que el autor ni su editor se lo propusieran. Pero sensacionalismo se produjo y podemos enumerar algunos de los factores sociológicos que lo provocaron.

Goethe mismo atribuye el alboroto de su novela al talante pesimista‑sentimental de una generación que “atormentada por pasiones insatisfechas, sin estímulos externos para acciones importantes, con la única perspectiva de tener que mantenerse en una vida burguesa que se arrastra sin espíritu alguno, estaba también abierta para una enfermiza locura juvenil.”

El espíritu juvenil revolucionario inconformista se manifiesta ‑si bien a veces bastante solapado‑ en actitudes rebeldes de Werther contra las normas institucionalizadas, en el pacto con la naturaleza, fiel compañera y confidente (ecologismo roussoniano) y, sobre todo, en el enfrentamiento del individuo contra una sociedad que busca domarlo a su capricho.

 

Werther era un burgués.‑ Existía una total separación social entre la burguesía y la aristocracia. Y como siempre el hecho de encontrarse un hombre‑sobre todo por diferencias de sangre‑en un escalón más bajo que otro, por sólo esta razón, le duele y le mortifica; sentimiento displacentero, que surge, que se repite constantemente, es decir, se vuelve a sentir de nuevo, se resiente. Y este resentimiento, fruto de esa situación de inferioridad (ya veremos cómo el resentimiento no es más que una consecuencia del complejo de inferioridad), es el que lleva dentro la clase burguesa, en la época goethiana, en la que nace Werther, como una manifestación de esa agitación social del siglo XVIII, a que antes aludimos, y que había de culminar en la explosión de la Revolución Francesa.

Si al complejo de inferioridad que Werther tiene, se asocia ese otro complejo de inferioridad, con su resentimiento consecutivo, que colectivamente llevaba la burguesía, a la que él pertenecía, nos explicamos esa susceptibilidad, esa hipersensibilidad que muy pronto vamos a estudiar, y que es una consecuencia de ese complejo.

 

 La protección a los niños y a los humildes

 

 Werther trataba de  compensar su complejo de inferioridad, de superarlo en cuanto podía. Esta superación es casi siempre inconsciente, y así lo era, en efecto, en el caso que nos ocupa. Werther sentía una atracción, una pasión grande por los niños a los que gustaba proteger y querer. Lo mismo le ocurría con las gentes humildes, con sus inferiores sociales.

En su carta del 29 de junio de 1771, expresa también de un modo claro su amor hacia los niños, a propósito de los hermanos de Lotte.**

He aquí un hermoso canto a la infancia. Como siempre, Werther defiende y protege a los niños. Les disculpa sus terquedades, sus travesuras "como gérmenes de todas las virtudes". Todo esto surge como reacción ante las habladurías del médico del pueblo que le acusó ante todos de acabar de mal educar a los hijos del intendente, a los hermanitos de Lotte. Toda la carta está dedicada a relatar el episodio de los niños y el doctor, y, consecutivamente, a la defensa infantil. A Werther, pese a su afirmación, le ha dolido la actitud del médico y ha tenido necesidad de desahogar su amor propio ofendido y para ello ahí está esa carta a Guillermo como un exponente más de la faceta psicológica de Werther que venimos estudiando.

 

Los fracasos de su vida

 

Este complejo de inferioridad, con su resentimiento consecutivo, con la hipersensibilidad, amén de su misantropía y hurañez ‑más acentuadas hacia sus últimos días ‑conducen a Werther a unas actitudes ante la vida  que le hacen fracasar en sus empresas. En esa constante ansia de superar su complejo  quiere siempre volar demasiado alto, tras el logro de lo imposible, y así le vemos sucumbir en ese amor volcánico hacia Lotte, un amor sin esperanza, toda vez que ella está prometida a Alberto, a quien quiere. Y asimismo fracasó en la esfera profesional por querer ser distinguido por el embajador y sus compañeros, y al no colmar éstos sus aspiraciones hace que los odie, y de un modo particular al primero, porque le corrige y reprende en sus tareas. Fracasó también en sus relaciones sociales, al pretender permanecer en la recepción del conde de C., entre una clase social a la que no pertenece y que le repudia de un modo notorio. Fracasó, en resumen, en las tres esferas de la vida humana que señala Adler : en la esfera social o relación del yo con el tú, en la profesional y en la amorosa. Duros golpes para el amor propio de Werther fueron su fracaso profesional y social, pero al fracaso del amor no logró resistir su personalidad, ya entonces francamente morbosa, y culminó todo en un balazo en la frente, lleno de hastío de una vida que no pudo ni supo vencer.

a) Fracaso social.‑‑Hemos hecho referencia a ese sentimiento de inferioridad colectivo de la clase burguesa en la época goethiana y que en Werther era muy acusado hasta el punto de existir en él un verdadero resentimiento de casta. Ya sabemos que al hombre le preocupa siempre el concepto en que le tengan los demás, y si la recepción es fría y hostil aumenta en el individuo el sentimiento de inferioridad que previamente lleva. Esto le ocurrió a Werther. Por el hecho de haber sido invitado a comer a casa del conde de C., cree ya haber dado un paso adelante en la escala social y se queda imprudentemente a una recepción a la que asisten sólo los aristócratas de la ciudad, los cuales se encuentran molestos por su presencia y hacen ostensible su desagrado al conde, el cual, muy cortésmente, hace ver a Werther la situación y le ruega salga de la casa. Es un golpe tremendo para el yo de nuestro personaje.

Su resentimiento es bien patente en esta carta hacia los aristócratas asistentes a la recepción del conde. Observamos cómo los califica de "tropa" y "antipática ralea", así como la frase sarcástica que utiliza al hablar de la señora de S..., de su esposo e hija. Pero en el resto de la epístola hay todavía múltiples ejemplos más de este estado de ánimo de Werther ante su rotundo fracaso social.

La ironía, el sarcasmo con que comenta en su carta a algunos asistentes a la recepción, es la válvula de escape de ese resentimiento que lleva dentro el joven Werther y que en esta ocasión se ha cargado intensamente. El mismo reconoce, párrafos más adelante, que no debió permanecer en el salón y dar lugar a ser repulsado. Como huida ante los avatares de la vida, le sirve de pretexto este incidente para po­ner fin a su profesión dimitiendo su cargo en la embajada.**

 b) Fracaso profesional. Werther, impulsado ya por su madre ‑y por su amigo Guillermo, pero, sobre todo, por el sufrimiento que le proporciona la presencia de Al­berto al lado de Lotte y la imposibilidad de su amor, de­cide irse como agregado a una embajada.

 

En una de las  cartas de Werther observamos su incompatibilidad con el embajador y la repulsión que siente ante las personas con quienes convive. Estos dos factores le hacen amarga allí la vida de trabajo. Su amor propio exagerado se ve atropellado, y siente algo que a estos seres les duele más que ser heridos en su querido e idolatrado Yo, que es el no verse halagados por los demás. La falta de este halago es lo que hace que Werther vea con malos ojos al embajador, y, por lo tanto, los defectos de éste agrandados.

Con respecto a su opinión sobre las personas que le rodean, y que él califica de antipáticas, basándose para este juicio en la pasión humana de superarse unos a otros, utilizando malas artes a veces, es un simple pretexto para desatarse contra ellas, ya que el anhelo de superación es condición del hombre y en todos los países. Es que Werther, no lo olvidemos, es un idealista, y al no lograr triunfar y ganar puestos en la vida lo achaca a su puritanismo frente al juego sucio de los demás. Aunque pueda ser en parte verdad, lo es también que le molesta que los otros lo logren. Él es ambicioso como el que más, aunque juega limpio, y, sin embargo, critica las ambiciones de los otros. Werther es un ser necesitado de estimación; para poder vivir su vida necesita constantes inyecciones de estima, de elogios y de comprensión a su modo. Ha recibido una buena cantidad de estimulantes con la carta del ministro y ya tiene para vivir unos días... hasta que llegue otro embate. Y llegó. Surgió el incidente del salón del conde C.; y esto es lo suficientemente fuerte para justificar su dimisión del cargo y su marcha. Todo ha terminado profesionalmente. Fracasa siempre por inadaptación a las circunstancias del mundo que le rodea, por la misma razón por la que suelen fracasar los psicópatas como él dominados por un complejo de inferioridad.

 c) Fracaso amoroso. ‑Ante el problema del amor le ocurre lo de siempre, se enamora de un objeto imposible. No porque le separen de Lotte diferencias sociales o económicas, sino porque ésta está ya prometida. Es decir, que las posibilidades de éxito en esta empresa son mínimas, máxime cuando Lotte ama a Alberto‑su prometido -y éste es un hombre digno y bueno. Werther, a sabiendas de esto, da rienda suelta a su amor y se lanza a una conquista que, lógicamente, ha de garantizarle un fracaso. Así es Werther.

Surge el amor de Werther a Lotte en la forma llamada de "flechazo"; con el agravante, de que nuestro joven sabe ya antes de conocerla que está comprometida, y en su primera entrevista con Lotte es esta misma quien se lo dice.

 Bien sabido es que lo imposible o lo prohibido es siempre ansiado más que ninguna otra cosa por el ser humano, y en Werther esta tendencia, tan del hombre, tiene unas característica muy acusadas.

Sólo un hipersensible, un soñador, un idealista..., un apático se deja llevar de este modo y no se sabe frenar. Sólo así podría haber llegado a las situaciones que Werther se creó, y sólo una personalidad de sus características podía concluir de un modo frío, premeditado, con el aire de aquel que cumple un deber sagrado, disparándose, al oír las doce campanadas de la noche, un pistoletazo en la frente. Con él se cerraban los fracasos wertherianos ante los tres problemas que el ser humano tiene planteados en el mundo: el de las relaciones del yo con el otro, el profesional y el amoroso.

 

Rasgos de la personalidad de Werther

 

 

HIPERESTESIA

 

Werther es un hiperestésico. Esta hipersensibilidad se manifiesta en esa susceptibilidad que repetidas veces hemos visto en páginas anteriores, como una consecuencia de su complejo de inferioridad.

Vimos como Werther, a través de sus cartas, nos muestra frecuentemente esa susceptibilidad, esa hipersensibilidad tan suya.  El esquizoide es así en todo, ángel o diablo, y toda su psicología se mueve en polos contrapuestos, es brusco y va de un extremo a otro en líneas quebradas y violentas.

Esta hipersensibilidad, esta susceptibilidad le lleva a situaciones de ánimo muy típicas en las personalidades esquizoides. Le conducen a un constante pesimismo ante la vida. Es esa condición del esquizoide de "tener un talento natural para lo trágico". Son los grandes creadores de tragedias propias, siempre fruto de su hipersensibilidad ante todo lo que les rodea.

 

APATÍA

 

Junto a esa hipersensibilidad esquizoide aparece en muchos instantes del existir de Werther esa apatía, que es otro de los rasgos de estas personalidades. Hiperestesia y apatía son dos polos contrapuestos que en el esquizoide se imbrican y existen a la vez en una determinada proporción.

Que Werther es un apático, un indolente, nos lo muestra su conducta. Es incapaz de decidirse a un trabajo serio, profesional. Va a Walheim, ¿a qué? ,¿a dibujar? ¿ Y cuántas veces nos hace alusión en sus cartas a este trabajo?

El apático no es sólo aquel incapaz de hacer algo por propia iniciativa, por falta de voluntad, sólamente aquel que se deja llevar por los demás. Es apático también el hombre que sabiendo, porque su razón se lo dice, que va a un seguro fracaso, no es capaz de frenar sus sentimientos, de sujetar sus pasiones, en fin, evitando con ello llegar a un punto doloroso y amargo. Este fue Werther. Ya más atrás hemos hecho referencia a esta muestra de su indolencia, de su apatía al no sabes encauzar sus sentimientos y sus afectos hacia Lotte.

A raíz de la llegada de Alberto al lado de Lotte, nuestro joven muestra una acentuación de sus características esquizoides (apatía, susceptibilidad, hurañez, tedio, misantropía, etc.).

Asimismo se queja de que los demás no le atienden, que no le dan ánimos, etc., quejas que hemos visto en repetidas ocasiones a través de la pluma de nuestro personaje, que ve hostilidad en todas partes.

Werther nota que no es el mismo Werther de antes, se siente extraño a sí mismo, se encuentra despersonalizado. Su apatía aumenta cada día que pasa. Nuestro joven culpa a sus sentidos ‑que están yertos‑de este fenómeno. La realidad es que esos sentimientos despersonalizantes, que en él parecen iniciarse, hacen que perciba todo de un modo distinto a como antes lo percibía, y él lo refiere a una alteración de sus órganos sensoriales, de sus sentidos, en este caso particular, la vista. En el último párrafo de la carta que comentamos vemos cómo existe en Werther una falta de "conciencia de actividad ". No es capaz de dirigir su vida. Le falta el impulso vital y se ve incapaz de obrar libre y voluntariamente como antes lo hacía.

 

SOCIABILIDAD e Introversión

 

Este tipo de personas tienden a una sociabilidad "ecléctica en círculo exclusivo" y a una predilección por ciertos medios sociales, de un modo particular por los aristocráticos y refinados, hasta el punto de existir en estos tipos un fuerte deseo de elevarse a sectores sociales superiores por "una urgente ansia de ser distinto o mejor frente a sus convecinos".

Como hemos visto, Werther tiene ese "talento natural para lo trágico”. Ve en los conflictos con el mundo exterior, por baladíes que sean, una franca hostilidad hacia él, por lo que estos conflictos se agrandan para nuestro personaje, desembocando en situaciones que nos demuestran su inadaptación y, por lo tanto, lo convierten con frecuencia en un insociable.

Estos estados psíquicos de Werther hacen que viva pendiente de sus problemas y mire hacia dentro casi constantemente, apareciéndosenos como un misántropo. Llega por esos frecuentes estados a vivir en plena irritabilidad interior, que cuando se exterioriza lo hace en forma de verdadera cólera, especialmente cuando los conflictos rozan su complejo de inferioridad.

En su mundo inte­rior se encierra y aísla de la realidad que para el hom­bre es la vida con sus problemas y sinsabores. Su  hipersensibilidad y su introversión hacen, pues, que se nos presente Werther como un hombre poco sociable y huraño, como un verdadero misántropo. Al final de su vida, en vísperas de su suicidio esta característica de su personalidad se nos mostrará en todo su esplendor.

 

 AMIGO DE LA NATURALEZA Y DE LOS LIBROS

 

Werther gusta de esa apacibilidad que la Naturaleza brinda. Toda su sensibilidad  recoge los más débiles estímulos que aquélla puede proporcionar y esto le hace gozar, hasta el punto de que, apartado de todo ser humano, se entrega a su disfrute, haciéndole decir: "Estoy solo y me huelgo de mi vida en esta región, creada para almas como la mía. Tan feliz soy, mi óptimo amigo, tan sumido me hallo en el sentimiento de la vida apacible, que con ello padece mi arte." El campo lo extasía y lo inhibe, no siendo capaz de dar una sola pincelada ante esta placidez. La ciudad, en cambio, le "es en sí desagradable". Los suaves estímulos de la Naturaleza, que él nos describe en su carta del 10 de mayo, nos ponen de relieve cómo gusta de su suavidad en esa soledad en la que tan bien se halla y que le hacen escribir: "La soledad es para mi corazón preciado bálsamo en esta tierra paradisíaca..."

 

Tienen los esquizoides románticos y tímidos también una gran afición a los libros, pero lo mismo que ocurre con su amor por la Naturaleza, lo hacen con una "cierta insistencia electiva". Y nuestro joven Werther fija esa elección en la lectura de Homero. De ésta su predilección por el bardo helénico nos habla repetidas veces en sus cartas, y alterna esta lectura con la contemplación de la Naturaleza, que para él tiene su más fiel expresión en el paisaje campestre. La lectura de Homero y sus éxtasis ante la Naturaleza son para él un sedante de su espíritu en las horas en que la vida se le muestra dura y cruel. Entregado a estas dos aficiones logra aislarse de todo lo que pueda herirle.

Pero, a medida que le vemos marchar hacia su trágico fin, observamos cómo abandona a Homero, que él consideraba como algo suyo, como algo integrante de su personalidad, ya que siempre habla de "mi Homero", para entregarse de lleno a la lectura de los sombríos y melancólicos poemas de Ossian. Aquí Werther se empapa todavía más de ese tedium vitae de la época, ya que hemos visto como el mismo Goethe nos habla en Poesía y verdad de las  influencias de Ossian y de Hamlet en la psicología de los jóvenes tudescos de entonces.

 "Ossian ha suplantado a Homero en mi corazón. ( Oh, qué mundo ese en el que tan magnífico poeta me introduce )”.  Y esta carta expresa cuán embebido está por los poemas de Ossian. Él mismo regaló a Lotte una traducción suya de ellos. Los cantos  de Ossian fueron para Wer­ther un gran coadyuvante para que su psiquismo anormal le llevara en derechura al suicidio. La evocación melan­cólica del paisaje, las meditaciones sobre las ruinas y el destino humano, todo pesimismo y expresión de senti­mientos tristes, todo esto que se vive en los poemas ossiánicos, empujaron a nuestro joven con sus sufrimien­tos, y dominado por un posible proceso esquizofrénico, al trágico fin de su vida.

 

 IDEALISMO

 

Tiene Werther una vida intensamente espiritual, y así, cuando las incidencias del humano existir le golpean y le hieren, sale a la superficie su idealismo, que al no contrastar con la realidad, le decepciona y le hace hastiar la vida tan materialista, tan llena de luchas rastreras, llena de bajas pasiones y siempre tan dura. Trata de adaptarse a ella, pero jamás lo logra, y al ver su fracaso constante se exaspera, se irrita primero y cae luego abatido, presa de una melancolía‑ de acuerdo con la época en que vive‑que le corroe.

Desde el punto de vista erótico, Werther es ardiente, pasional..., pero ante Lotte, toda su carne se somete al espíritu y a la sublimidad de su amor.

Ahí tenemos a Werther idealista en todas las facetas de su vida; incluso ante el amor su actitud es sumamente elevada, espiritual, sublime... Profesa el personaje goethiano un romanticismo místico, y como prototipo del romántico busca siempre la evasión, la huída ante los concretos problemas que lleva a un terreno puramente imaginativo o fantástico, o acaba solucionándolo de un modo trágico con su pistoletazo, que es la fuga final ante una vida real, dura, en desacuerdo con la vida ideal que en su mundo interior se forja y que se complace en vivirla.

 

 

IDEAS DE SUICIDIO, FRIALDAD Y ANGUSTIA ANTE LA MUERTE

 

Ya en su carta de fecha 22 de mayo de 1771, antes de conocer a Lotte, apunta de un modo velado W. el concepto de la libertad de morir, "de poder‑como él escribe aquí‑abandonar esta cárcel cuando quiera". Nuestro joven mantiene el derecho del hombre a disponer de su vida. Postura ésta muy en boga entonces y que en aquella discusión con Alberto, que nos refiere en su carta de fecha 12 de agosto de 1771, le da pie para defender el suicidio. En ella, dice **

"La naturaleza humana‑ proseguí ‑ tiene sus limites; puede soportar la alegría, el pesar, los dolores hasta cierto grado; pero sucumbe en cuanto éste se excede. No se trata aquí de ser fuerte ni débil, sino de si el individuo puede soportar la medida de su sufrimiento, ya sea moral o físico. Y a mí me suena tan mal eso de llamar cobarde a un hombre que se quita la vida, como estimaría impertinente tildar de cobarde al que muere de fiebre maligna."

W. no es capaz de superar esa melancolía que le embarga, que le conduce, con su anormal personalidad, a un tedio de la  vida, porque ésta ya no tiene expresión para Werther. Su ánimo está predispuesto para que la idea de suicidio prenda, pues el criterio que ante tal problema mantiene lo facilita.

No cabe duda que Werther siente, al aproximarse el momento de su tragedia, una angustia ante la muerte.

En múltiples ocasiones Werther luchó interiormente con esta idea del suicidio. Dos tendencias opuestas, el "sí" y el "no", luchaban a un tiempo, dando lugar a ese fenómeno de la ambivalencia tan característica de los afectos, del pensamiento y de la conducta de los esquizofrénicos. Quieren y no quieren a la vez, odian y aman, ríen y lloran, están tristes y alegres, sin lograr nunca una unificación de sus tendencias.

Al fin, la idea de suicidio se abrió paso a medida que el proceso iba fraguando su labor destructora y, como acto disonante y explosivo, Werther, con frialdad, con sangre fría, preparó el acto de su suicidio en su menor detalle, como quien hace un preparativo para un acto intranscendente. Escribió a Guillermo, a Alberto, al intendente y escribió a Lotte. La carta a esta última nos revela el estado psíquico de nuestro personaje en aquella hora, en la que comienza diciendo que no le domina excitación romántica alguna y que lo hace con toda tranquilidad. Efectivamente, esa tranquilidad de que habla Werther es la frialdad que comentamos y que preside los últimos actos de su vida. Toda la epístola nos muestra el estado patológico de su psiquismo. Pídele por su criado a Alberto sus pistolas, que la misma Lotte entrega por orden de su esposo. Y allí, sentado ante una mesa escritorio, sobre la que queda la última carta para Lotte, ante un libro abierto ‑el drama de Lessing, Emilia Galotii‑, al sonar las doce campanadas de la noche, se dispara, diciendo adiós a Lotte, un tiro en la frente.

Así acaba la desventurada vida del joven W., fiel retrato de los jóvenes románticos que iban a surgir tras él, con ese aire triste, melancólico y tedioso que el personaje goethiano les legó.

 

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