Tema III. La narración en prosa: Boccaccio.


Tema III. La narración en prosa: Boccaccio.

EL DECAMERóN

Aspectos característicos

El Decamerón no es la única obra de Boccaccio, pero es sin duda la más conocida, notable e interesante, y ha alcanzado extraordinaria importancia en la literatura italiana y en todas las literaturas. Su título, que significa «los diez días», deriva con toda seguridad de los tratados patrísticos y medievales sobre los seis días de la Creación. Famoso por su prosa, por el marco en que transcurre la acción y por la temática, generalmente se ha puesto de relieve la obscenidad de los temas; pero no es diversión lasciva;  en cualquier caso, se trata menos de diversión lasciva que de una obra de arte en la que se puede observar la presencia de muchos y muy variados elementos. La reacción contra este exclusivismo de significación es reciente: no cuenta más de un siglo, surge en los días en que el romanticismo y el positivismo empezaron a ver en la obra la alegría del hombre que se libera de las trabas medievales. Hoy día, el Decamerón está considerado como la summa de la novelística medieval y de la vida burguesa en el otoño de la Edad Media; en ella coexisten técnica y fantasía medievales aunque sin olvidar, por ello, los elementos renacentistas o humanistas: no se observa en la obra ni un afán moralizador ni ejemplarizante; en cualquier caso, se percibe la actitud del moralista que observa y pretende discernir las razones de los actos, sin intención de juzgarlos, que acepta impasiblemente todas las gradaciones de la vida, que exalta la inteligencia sin intención satírica.

Es una obra realista, sí, pero no únicamente realista. Exalta valores ideales, el ideal cortés de amor y virtud (en el sentido de Maquiavelo), es decir, liberalidad, altruismo, rapidez de ingenio. Podemos incluso aceptar que efectúa una transposición al mundo de la caballería: hace suyo el ideal de la clase aristocrática y lo traslada al ambiente burgués comunal (especialmente mercantil y artesano). Se ha dicho que abandona el mundo de la imaginación y el esplendor guerrero: no es caballero de la guerra sino caballero de la vida (de la nobleza espiritual).

 El realismo es una, pero no la única, característica del Decamerón: Pese a ello, cabe distinguir la ejemplificación de dos tipos: el memo (pecorone), cuyo máximo representante es Calandrino (motivo por el cual le convierte en protagonista de cuatro narraciones); y el burlador sinvergüenza, representado por Ciappelletto .

El último aspecto se refiere a los ambientes. Interesado en el realismo, Boccaccio prestó atención al ambiente y por tal razón buscó las situaciones cronológicamente cercanas: sólo una “novella” es de ambiente grecolatino; pocas son anteriores al siglo XIII; la mayoría transcurren en los siglos XIII y XIV, durante la época de la expansión mercantil italiana, en los ambientes que Boccaccio conoció (Nápoles, Florencia y, tal vez, Sicilia) o con los que estuvo en contacto (el Mediterráneo, incluido el musulmán). En este sentido hay que mencionar que Nápoles es algo más que un tema: la ciudad se ve elevada a la categoría de mito ideal. Los ambientes no aparecen descritos con detalle, sólo están insinuados mediante rápidas pinceladas, a veces una sola.

 

La terrible peste negra de 1348, que diezmó la población europea constituyó una verdadera sacudida espiritual. La miseria humana se hizo clara y patente y los esqueletos de millares de apestados insepultos presentaron la sociedad desnuda. La sociedad quedaba propicia a ser contemplada con ojos realistas y a ser caricaturizada. Boccaccio centra su Decamerón en las afueras de Florencia durante la peste de 1348. Para huir de los estragos de la epidemia diez jóvenes de la burguesía rica y cultivada, se encierran en una casa de campo y para librarse de la melancolía se imponen el juego de relatar cada uno de ellos un cuento a lo largo de cada día. De modo que el conjunto de cuentos va enmarcado en una leve trama, que describe las distracciones a que se entregan los diez jóvenes. Cada día es nombrado un rey o reina de jornada que preside una jornada.

En el prólogo, Bocaccio describe en páginas impresionantes la peste en Florencia y narra la ocasión del encuentro de los jóvenes.

 

TEMÁTICA  DE LOS CUENTOS DEL DECAMERÓN


El tema es variado y lo impone la reina, salvo en casos excepcionales que se permite el tema libre.

La primera jornada acoge cuentos sin temática fija. La reina es Pampinea. Se tejen argumentos escabrosos sobre frailes, dichos que encierran el ingenio del narrador y ar­gumentos que muestran cómo eran la vida y costumbres de los burgueses del siglo XIV y su concepto de la religión y de los religiosos que convivían con ellos. De entre los cuentos más importantes destacamos el de Micer Ciappelletto, que engaña a todos y , habiendo sido un pésimo hombre en vida, es tenido por un santo y llamado San Ciappelletto.

Filomena es nombrada reina en la jornada segunda. El tema elegido debe glosar de quien agobiado por distintos in­cidentes logra dar feliz término a sus empresas, más allá de sus mismas esperanzas. Destaca la burla del bufón de Treviso, llamado Martellino. Este personaje se finge paralítico y luego con­fiesa que ha sido curado milagrosamente. Cuando las gen­tes conocen el engaño, Martellino es apaleado y condenado a la horca. Por fin, logra salvarse y corre a Florencia, donde, felizmente, se siente libre. El tema de la insinceridad reli­giosa y de la burla de gentes crédulas no será la última vez que lo veamos en esta obra.

En la tercera jornada la temática escabrosa aumenta. Se propone Neifile contar las proezas de quien consiguió con audacia lo que deseaba. Hortelanos, frailes, abades, merca­deres y burgueses se mezclan en estos diez cuentos, en los que el autor no puede disimular la licenciosa conducta de los protagonistas: Masetto de Lamporecchio y sus andanzas en un monasterio. Masetto se fingió mudo y se hizo hortelano de un convento de monjas, que porfiaban por yacer con él. La narración décima de esta jornada es la de Rústico y la joven Alibech, leída en clase.

Le toca elegir tema, en la jornada cuarta, a Filostrato: "...de aquellos cuyos amores tuvieron un fin trágico." Salvo excepciones, las narraciones son ahora más austeras, más sencillas, y el final trágico les confiere la grandeza de que no han disfrutado los cuentos de las jornadas anteriores. El corazón de los amantes aparece como tema central en varias de estas novelitas. En una de ellas, Guillermo de Rosellón, marido celoso, da a comer a su esposa el corazón de su amante. Este argumento aparece en varios cuentos y poemas narrativos romances y contrasta su brutalidad con la exqui­sita grandeza que Guismunda, hija del cruel Tancredo, prín­cipe de Salerno, da al tema del corazón. Esta doncella recibe enviado por su padre, en una copa de oro, el mismo corazón de su amante. La joven, dándose cuenta, echa en la copa agua envenenada que bebe para darse muerte. Destaca también la historia de Isabel y Lorenzo.

 

En contraste con la cuarta jornada, la siguiente, en la que reina Fiarmnetta, saca a los oyentes el dolor que les produje­ron las narraciones anteriores. Las novelitas sentimentales que en ella hallará el lector mezclan la temática amorosa al plan de la novela bizantina en que ya los griegos fueron maestros. Las aventuras de los protagonistas se suceden, y el final feliz, tras los duros trabajos y pruebas a que han sido sometidos, se impone.

La más conmovedora historia cortés de El Decamerón se halla en esta quinta jornada (narración IX). Boccaccio nos pinta además en ella su concepto de caballero renacen­tista, como Castiglione lo hará en su obra El cortesano. Este caballero es Federico degli Alberighi. Fiel amador, pendiente en todo momento de su amada que no le corresponde, dila­pida su fortuna para aparecer a los ojos de la dama como el más gentil, el más magnánimo y complaciente de los hom­bres. Adornado por la cortesía, valiente y esforzado caba­llero, este personaje termina en la miseria sin haber conseguido a su amada. Entonces se retira a una pequeña quinta rústica y su única distracción es la caza de cetrería y su único afecto el halcón que le acompaña. Pasados los años, se presenta en su casa la mujer amada. Es viuda y tiene un hijo enfermo que le ha pedido el halcón de Federico. Pero Federico lo ignora y, como no tiene otro manjar con el que obsequiar a la dama, en un momento de supremo sacrificio, mata al halcón amigo y se lo presenta guisado. Enternecida la bella, tiempo después, muerto ya su hijo enfermo, contrae matrimonio con su antiguo y fiel amador.

Hemos llegado a la jornada sexta. En esta jornada Elisa propone narraciones ligeras: de cómo varios personajes se salvaron gracias a una respuesta ingeniosa, Aquí Boccaccio aprovecha esta parte para mostrarnos hasta qué punto do­mina la lengua y saca partido de los razonamientos más in­verosímiles y de sostener las barbaridades más absurdas sin que el personaje que las dice se turbe o inmute. Dichos y expresiones populares hacen competencia a la refinada dialéctica de un humanista y a la sátira bufa del más cómico y risueño de los escritores. Desfilan así a lo largo de esta jornada, a veces en el elegante marco de Florencia, perso­najes que se han hecho universalmente famosos por su inge­nio y cinismo.

Así entramos en la jornada séptima. Dioneo, que es rey de la misma, propone contar novelas licenciosas. Esta jor­nada y la tercera son las que han legado a El Decamerón la fama de obra inmoral con que es conocida vulgarmente. La verdad es que en el conjunto de relatos que hemos ido expo­niendo nada censurable habrá visto el lector; pues bien, sólo el trato desconsiderado a los frailes que aparecen en estas dos jornadas, o el de la mujer adúltera que por salvarse miente al marido, o el de la novia que engaña con su falsa virtud al amante que contrae con ella matrimonio, han dado la fama de obra escandalosa, en parte, inmerecida.

La divertida comicidad, no la pornografía, seamos justos, de los asuntos de esta jornada se prolonga a lo largo de la siguiente, la octava. Su reina, Laurita, propone contar his­torias de personajes engañados y surge aquí la estupenda historia del tonto Calandrino, al que se le hace creer que es posible hallar una piedra que le confiera el don de hacerle invisible.

 Ya en la jornada novena, volvemos a asistir a un día de "tema libre". Los cuentos más famosos de esta jornada pertenecen también al tema escabroso en el que Boccaccio es maestro consumado. La narración segunda cuenta cómo una abadesa, con prisas y a oscuras, se levanta para sorprender con su amante a una monja. Y como la propia abadesa estaba con un cura, pensando que se ponía la toca, se pone los calzones del sacerdote. La acusada lo ve, se lo hace notar, y así se libra y queda a sus anchas con su amante.

 

Finalmente, en la décima jornada, Boccaccio cambia de tono. Vuelve de nuevo al relato cortés, al gusto por el tema poético, sentimental y caballeresco heredado de la Edad Media y de esta manera la obra termina exaltando nobles sentimientos y valores intocables. Así, los héroes de esta jornada quedan por encima de los que las preceden y lo medieval, en su justo valor, se incorporará a la nueva men­talidad renacentista. Personajes tan españoles como el rey Alfonso el Magnánimo o el rey Pedro de Aragón atraviesan también por estas páginas que terminan con el cuento de la fiel Griselda, que Petrarca colocó en lugar de honor cuando tradujo la obra al latín:

El marqués de Saluzzo , obligado a casarse en virtud de las demandas de sus vasallos, toma por mujer a la hija de un villano; de ella tiene dos hijos, los cuales hace creer a todos que manda matar. Luego finge estar harto de su esposa y haber tomado otra mujer, y hace volver a casa a su hija, haciéndola pasar por su nueva mujer. Echa después a su esposa en camisa y, hallán­dola resignada en todo, con más honor que nunca la admite de nuevo en su casa. La muestra a sus hijos, ya crecidos, y, corno a marquesa que es, la honra y hace honrar.

 

La temática es, pues, muy variada: se ha llegado a hablar de «comedia humana laica». El autor concede mayor interés a los hombres que a los hechos, cosa que explica la debilidad de las aventuras. Hay narraciones largas y cortas. A modo de síntesis, podríamos señalar dos direcciones principales: una es la materia amorosa; la otra, el culto a la inteligencia.

Por lo que se refiere al tema amoroso, Boccaccio no se complace en lo obsceno (lo que todo el mundo ha observado, ve y sigue viendo), sino que en él priva la intención de describir el juego de instintos y sentimientos, su experiencia personal filtrada por el gobierno de la razón. El amor boccacciano es muy a menudo una pasión noble, arrebatadora incluso, que puede llegar hasta el paroxismo (Guglielmo Rossiglione obliga a su mujer a comerse el corazón del amante y ella se suicida), el heroísmo (Ghismonda se envenena bebiendo el corazón de su amante al que su padre ha dado muerte) o la locura (Lisabetta entierra la cabeza de su amante en una maceta de albahaca). Los matices son muy variados. El amor a menudo es sensual, pero también puede ser trágico: Lisabetta  cuidando la cabeza enterrada de su amante.

 

El culto a la inteligencia no es un culto abstracto sino humano en todos sus aspectos, desde la que se manifiesta en la astucia del delincuente hasta en la dignidad del caballero (Alberighi invita a su enamorada y le sirve de comida el único halcón que le queda), pasando por la amabilidad , la magnanimidad , el ingenio y la modestia. Coexisten el memo y el vivales sinvergüenza: ¡casi siempre gana el vívales!

 

Si para los escritores renacentistas el Canzoniere de Petrarca será el máximo modelo de poesía, el Decamerón se convertirá en la prosa ejemplar en la cual la lengua vulgar ha alcanzado el primor de la latina. El excepcional mérito narrativo de esta obra reposa sobre un arte trabajado y sabio en el cual la prosa, el bien decir, alcanza unos valores buscados y operantes. Por otra parte, si la narración novelesca medieval solía proyectarse hacia un pasado remoto, el Decamerón sitúa su acción, casi siempre en la inmediata proximidad temporal y geográfica. El mundo que circunda a Boccaccio se convierte en novela, pues el escritor, agudo y excelente observador sabe excitar su imaginación  con los elementos que tiene más a mano y debido a ello, la sociedad que le rodea, en su más realista faceta, se hace objeto de arte. Dante había llevado su ambiente - amigos literarios, enemigos políticos‑ al trasmundo e hizo hablar a sus contemporáneos en el infierno, en el purgatorio y en el paraíso; Boccaccio hará la humana comedia de sus contemporáneos mientras estos están con vida y sufren miserias, se entregan al vicio o realizan toda suerte de trampas y de engaños. De todos modos los seres que habitan el Decamerón son personajillos de tres al cuarto que en la Comedia de Dante forzosamente tendrían que confundirse entre las anónimas almas en el Infierno. En el Decamerón una turba de gente vulgar hace méritos para ocupar los círculos infernales y han instaurado en la tierra el reino de la malicia. Bocaccio, desde su púlpito de escritor culto y burlón, se ríe de este mundillo y lo convierte en una maravilla de arte y de vida.

Estos diez jóvenes florentinos, elegantes, cultos y espirituales, alejados de la ciudad apestada, se ríen del mundo de la sensualidad, la bribonería, el engaño, la estupidez, la malicia, la hipocresía, pasioncillas de gente baja e ignorante. Lo grotesco y lo vil de la sociedad aparecen ante nuestros ojos como una abigarrada comedia a la que Boccaccio ha querido dar una apariencia de verdad concreta envolviendo su auténtica verdad humana. De ahí que a todos los personajes se les dé nombre y apellido y se puntualice su patria y profesión. Los asuntos del Decamerón derivan de muy diversas fuentes ‑Mil y una noches,  fabliaux, Apuleyo, comedia elegíaca‑ pero lo importante es que las tramas y narraciones conocidas se sitúan en una sociedad contemporánea e inmediata precisamente en lo que para los diez narradores constituye el vulgo. Los jóvenes pasan los diez días contando historias obscenas sin que la obscenidad les manche. Su vida es casta y sus placeres son puramente intelectuales; y es que su refinada y hasta cierto modo enfermiza mentalidad les ha llevado al punto de divertirse con la narración de los vicios del vulgo de los que se encuentran alejados. Lo que buscan es huir de la melancolía y de la tristeza en momentos de miseria y de muerte, y ahí radica la explícita finalidad del Decamerón. Es fundamentalmente una obra alegre y se ha escrito para provocar la risa en las personas inteligentes.

 

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